jueves, 28 de junio de 2007

Los nadies - Eduardo Galeano

Sueñan las pulgas con comprarse un perro
y sueñan los nadies con salir de pobres,
que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer,
ni hoy, ni mañana, ni nunca,
ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los nadies la llamen
y aunque les pique la mano izquierda,
o se levanten con el pie derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

Gonzaloarango

Quiero que mis papás lean esto que le escribio gonzaloarango a los suyos, y que a mi desde el primier dia que lo lei en una cuaderno de Delia Marta María me ha causado una gran impresion:

“Me faltarán palabras y siglos para bendecir los ojos azules y arcanos de mi madre, y los ojos negrísimos y fulgurantes de mi padre, y ese momento palpitante de angustia y de placer en que me miraron y me vieron, y yo caminé desde el abismo de mi posibilidad en dirección a la Tierra a través de relámpagos, túneles y un firmamento de truenos que saludaron mi llegada a la vida por entre un cálido laberinto de vísceras y venas que acreditaban las dulzuras del mundo, la inefable belleza de un reino bajo el sol, a cuyo conocimiento sacrifiqué desesperadamente la razón para llegar a él”.

sábado, 23 de junio de 2007

Cesar Vallejo


Unos cuantos escritos de este poeta peruano.



Piedra negra sobre una piedra blanca


Me moriré en París con aguacero,

un día del cual tengo ya el recuerdo.

Me moriré en París

y no me corro tal vez un jueves,

como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso

estos versos, los húmeros me he puesto

a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,

con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban

todos sin que él les haga nada;

le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos

los días jueves y los huesos húmeros,

la soledad, la lluvia, los caminos...





XIII
Pienso en tu sexo.

Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,

ante el hijar maduro del día.

Palpo el botón de dicha, está en sazón.

Y muere un sentimiento antiguo

degenerado en seso.
Pienso en tu sexo, surco más prolífico

y armonioso que el vientre de la Sombra,

aunque la Muerte concibe y pare

de Dios mismo.

Oh Conciencia,

pienso, sí, en el bruto libre

que goza donde quiere, donde puede.
Oh, escándalo de miel de los crepúsculos.

Oh estruendo mudo.
¡Odumodneurtse!





Todos mis huesos son ajenos;

yo tal vez los robé!

Yo vine a darme lo que acaso estuvo

asignado para otro;

y pienso que, si no hubiera nacido,

otro pobre tomara este café!

Yo soy un mal ladrón... A dónde iré!

Y en esta hora fría, en que la tierra

trasciende a polvo humano y es tan triste,

quisiera yo tocar todas las puertas,

y suplicar a no sé quién, perdón,

y hacerle pedacitos de pan fresco

aquí, en el horno de mi corazón ...!